El nombre del acero proviene del latín aciarius, que refiere al material del cual estaban hechas las armas blancas en la antigüedad.
Es difícil saber con exactitud en qué momento la humanidad descubrió la posibilidad de fundir el hierro para construir herramientas. Se han encontrado evidencias del registro de empleo de hierro en el antiguo Egipto (3.000 a. C.). Se cree que poco después se descubrió la posibilidad de mezclarlo con otros metales para obtener nuevos materiales.
Sin embargo, las primeras evidencias de acero wootz (acero primitivo de gran dureza y alto contenido de carbono) datan de 300 a. C. y se encontraron en India y Sri Lanka. Se encontraron también mezclas de hierro fundido con hierro forjado provenientes de la Dinastía Han de China (100 a.C.).
Con la llegada de la modernidad y de la industrialización, la obtención del acero ocupó el interés de muchos científicos e industriales, gracias al uso de la electricidad para el calentado de los hornos. En 1948 se inventó el proceso de oxígeno básico L-D, en la Austria de posguerra; y en 1950 la técnica de colada continuó.